Poco o nada sabía yo de Malawi antes de mudarme. Creo que tengo una innegable predilección por tirarme de cabeza a la piscina sin saber si ésta tiene o no tiene agua. Antes de mudarme a Noruega tampoco sabía mucho al respecto y, la verdad, preferí que la realidad me agarrara por sorpresa pues, analizándome en retrospectiva, creo que tenía miedo de lo que se venía.
De este país solo
había oído que está en la lista de los diez más pobres del mundo. Además sabía
que existe el Lago Malawi que es el acuario natural más asombroso del mundo por
la gran variedad de peces de colores y que provee de agua necesaria para la
agricultura, sin la cual estarían totalmente perdidos. Me acordaba, desde mis
estudios de colegio, que la capital es Lilongwe y que además hay una segunda
ciudad muy importante llamada Blantyre.
Hablando con un amigo en Oslo me hizo recordar que hay dos islas en el
Lago Malawi (Likoma y Chizumulu) que, a pesar de estar en aguas territoriales
de Mozambique, pertenecen a Malawi. Esto quizás no es muy interesante para la
mayoría pero para los interesados en derecho internacional es increíble!
Así llegué a
Malawi, con muchas ganas de aventura, de sol, de playa, de algo diferente a
Noruega… y vaya que lo encontré. Cuando llegué al aeropuerto de Lilongwe, me sorprendió
lo chiquitito que era y lo básico de las instalaciones. Comparando – muchos
dicen que no es bueno comparar pero cómo sino se puede evaluar? – los
aeropuertos de provincia en Perú son mucho más modernos y más grandes. Al pasar
por control aduanero me di con la primera prueba irrefutable que ya estaba en
Africa: Una mujer (quizás de India o Pakistán) le dio un fajo de billetes al
oficial aduanero para que no le revise las diez enormes maletas que traía
consigo.
El pueblo donde
vivo está a tres horas en auto de la capital. Yo llegué en la época de lluvias,
cuando los paisajes son espectacularmente frondosos, muy verdes. La tierra roja
hace contraste con los cultivos de tabaco y maíz, y toda la carretera está rodeada
de imágenes dignas de fotografiar. Sin embargo, lo que más impresiona es la
gente. Por la carretera, fuera de la ciudad, hay muy poco tráfico de
automóviles pero siempre hay personas caminando o en bicicleta. Y así será
hasta llegar al pueblo. El ciudadano promedio es pobre. Fuera de la cuidad, la
gente vive de su pequeña chacrita y para transportarse pues la mayoría camina y
camina. Algunos inclusive trotan por largas distancias. Y casi todos los niños
saludan con las manos a los que pasan en automóvil, sobre todo a los
extranjeros a los que les encanta gritar: AZUNGUUUUUUUUU!
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