Mucha gente me pregunta qué extraño de Lima y casi siempre contesto lo mismo: mi familia, los amigos y la comida. Pero últimamente me pregunto a mi misma qué realmente extraño? Aquí va la lista:
- Extraño los gritos de mi mamá cuando viene a despertarme tempranito para ir a trabajar.
- Extraño la mirada de mi padre, entre preocupada y comprensiva, cuando digo que voy a llegar tarde.
- Extraño las peleas infernales y casi irreconciliables con mi hermana por ropa que solo ese día se nos ocurrió usar a las dos.
- Extraño el “ay vida” de mi abuelita cada vez que le cuento de mis peripecias por el centro de la ciudad.
- Extraño el saludo de mi primito D cuando viene a visitarme y siempre estoy peleando con él para que se corte el pelo.
- Extraño a mi toñito, con su vocecita chiquita, con su deseo de jugar las 24 horas y su abrazo cálido cuando me dice “yo también te quiero tía”.
- Extraño el fuerte perfume de mi tio chapita, la caminadita graciosa de mi tia chus, el arroz chaufa de mi tia charapita y las quejas constantes de la viejita.
- Extraño los cachetes gorditos de mi primito chiquito.
- Extraño la voz cantada de esa amiga siempre constante, el par de chelitas con la incomparable K y mirar chicos guapos con la otra K.
- Extraño la comida de mi casa, el olor del auto, el cielo gris de siempre.
Quizás estas cosas no tengan mucha importancia, pero estando lejos de mi casa no puedo dejar de recordarlas. Creo que son las únicas cosas de las que siempre tendré buenos recuerdos, estando aquí o en otra parte. Son las cosas que hacen de Lima un hogar y asi no este siempre allá, ese sabor de casa lo llevo conmigo en mi corazón.
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